Constitución, elecciones europeas y españoles en el exterior

Yo tenía 20 años cuando se aprobó la Constitución de 1978. Entonces, nunca dudé de que habría un acuerdo para los nuevos tiempos. Como estudiante bisoño de Historia, había llegado a la conclusión de que las naciones alcanzan el éxito cuando tienen la determinación de conseguirlo. Los españoles de entonces la tenían. El premio era sumarse a las naciones más prósperas y avanzadas, obtener su reconocimiento. Solo hacía falta extraer las enseñanzas del pasado y apostar por la concordia. Dejar de lado los maximalismos. Ceder. Contrariamente a lo que afirman los malos poetas, la Historia de España no es una historia triste, porque los españoles son capaces de alterar su curso cuando es necesario. Es lo que sucedió en 1978.

La Constitución de 1978 tuvo que sufrir desde sus comienzos enormes dificultades. El nuevo sistema político español surgió entre las sucesivas crisis del petróleo y los golpes brutales del terrorismo. Por fortuna, Europa acudió en ayuda de España: la adhesión en 1986 a las Comunidades Europeas dará el espaldarazo al sistema político de la Constitución de 1978, y aportará enormes recursos: cerca de 136 mil millones de euros desde 1986, el equivalente de 22,5 billones de pesetas (véase «Un euroescepticismo incomprensible» de Fernando Pescador).

Si la Unión Europea ha sido decisiva para la estabilidad de nuestro sistema constitucional por la cobertura política y económica que nos ha prestado durante cerca de 30 años, y seguirá prestando ahora en asuntos capitales como el desafío nacionalista, es fundamental que los españoles sean conscientes de lo que se juegan en las elecciones europeas de mayo de 2014. El desinterés y un «euroescepticismo incompresible» podría traducirse en un Parlamento Europeo ingobernable, en manos de partidos filibusteros o populistas, en el momento en que esta institución ha alcanzado un poder considerable.

Las elecciones europeas revisten también el mayor interés para los españoles del exterior. Somos los principales beneficiarios de la Ciudadanía Europea, de las libertades fundamentales de circulación. El peso de los españoles del exterior es el de la cuarta provincia de España. Somos cerca de 1.700.000 electores. En unas elecciones de circunscripción única, podemos ser decisivos. Pese a las limitaciones que la Ley Electoral nos ha impuesto, nuestro voto podría servir para consolidar el proyecto de Europa y el proyecto de España.

En un mundo globalizado en el que la expatriación, la emigración, es un fenómeno en auge, la limitación de los derechos políticos de los españoles que vivimos fuera resulta cuando menos injusta. Nuestra Constitución, que respondía a las necesidades de un momento histórico concreto, evolucionará en cuanto las circunstancias lo permitan para dar respuesta a los problemas de hoy, como la corrupción o la partitocracia. Los españoles lo demandan. Llegado ese momento, habrán de restituirse también los derechos políticos a los españoles del exterior: voto igual y  representación en las Cortes.

2 comentarios en “Constitución, elecciones europeas y españoles en el exterior

  1. Gracias Joaquín por tu reflexión que comparto y subscribo. Yo tenía 28 años cuando se aprobó nuestra Carta Magna y tuve el privilegio de poder contribuir modestamente a la construcción de un nuevo marco de democratización de las normas laborales, de empleo, el papel de los interlocutores sociales… ante la nueva realidad que se nos abría.
    Fue una época de transición donde sentí la mayor percepción de libertad y de generosidad política de nuestra corta historia democratica, para superar viejos fantasmas del pasado muy dolorosos. Todavía sigo sin comprender como hay quien se ha atrevido a revisar tanto ese pasado como la propia transición que nos ha conducido a una situación, la actual, en donde se está cuestionando hasta la «indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles…» que proclama nuestra Constitución.
    Yo también espero altura de miras del pueblo español para entender lo que nos estamos jugando, no sólo en el ámbito nacional, sino además en el entorno de la UE. Yo también intento entender el «euroescepticismo europeo» incomprensible sin duda, pero necesitado de una mayor pedagogía política en España, para poder pasar a un «europtimismo» aunque sea «relativo».
    Aunque soy de la escuela asertiva (intento afirmarme siempre en lo positivo) guardo en estos momentos un cierta «franja de incertidumbre» sobre nuestro futuro inmediato. Espero equivocarme. No estaría de más volver a los principios de respeto, solidaridad y generosidad de nuestra transición.
    ¡Que así sea!
    VPMenayo

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