Está calando en la opinión pública la idea de que la crisis ha originado una emigración masiva de los jóvenes, una «fuga de cerebros»; que la inversión realizada durante décadas en educación quedará yerma y otros países se aprovecharán de ella. Se dice incluso que la «sangría» impondrá al Estado una pérdida de cotizantes que podría poner en riesgo a medio plazo el Estado de bienestar.
Del mismo modo que la «marea verde» se alza en defensa de una enseñanza pública fracasada, o que la «marea blanca» se insurge contra la reforma de una sanidad pública arruinada por la mala gestión y los abusos, la «marea granate», por el color del pasaporte, sostiene que los jóvenes no se van, sino que se les echa, se les condena al exilio por culpa de los recortes. ¿Es esta la realidad de la emigración de los jóvenes?
No conocemos a ciencia cierta la magnitud de esta nueva emigración, pues las estadísticas dependen de las altas en los consulados, pero los jóvenes que emigran no acuden a ellos. Sin subestimar los efectos de la crisis, existen pruebas de que nos encontramos ante de un fenómeno global, no directamente relacionado con ella. Por ejemplo, hay más emigrantes holandeses en España que emigrantes españoles en Holanda. ¿Sabe que edad tienen los holandeses por término medio? …No acertó: ¡35 años! Y este modelo se repite en otros muchos casos. Sí está probado, en cambio, que la emigración de jóvenes españoles tiene una acusada temporalidad y nuestros jóvenes suelen retornar antes de dos años.
La movilidad exterior beneficia a España porque, siguiendo el ejemplo, los jóvenes holandeses cotizarán en nuestro país y contribuirán a financiar las pensiones de nuestros mayores; porque cuanto más emigrantes españoles, mayores serán también las remesas de divisas; en fin, porque se podrá repatriar un día el conocimiento y la experiencia adquirida en el extranjero. En cualquier caso, la emigración proporciona una oportunidad para que la gente pueda ganarse la vida y realizarse.
El discurso de la «marea granate» en realidad carece de sensibilidad por la emigración pues solo busca un flanco de ataque político. La «marea granate» subestima la importancia de luchar por los derechos políticos de los españoles del exterior, que son la llave de los derechos sociales. La «marea granate» subestima la realidad de más de un millón de españoles que desde hace décadas han encontrado su razón de ser en la emigración y no renunciarán jamás a España.