«Victus» y la legislatura de todos los peligros

«Victus, Barcelona 1714″, de Albert Sánchez Piñol, es una de las novelas que más me ha gustado recientemente. Me parece muy literaria, en particular, la parte de la iniciación de Martí Zuviría, el protagonista, como ingeniero militar junto a Vauban. Se dan cita en ella la mística («el misterio»), las enseñanzas y personajes míticos y el amor adolescente. La faceta picaresca de las andanzas del protagonista, sin embargo, me irritó un poco. En fin, el asedio de Barcelona está narrado con dramatismo y tintes épicos y nos devuelve a la ciencia del sitio y la defensa de fortalezas, que el autor conocer bien.

Uno de los motivos que me llevó a leer «Victus» fue encontrar alguna clave histórica sobre las exigencias los nacionalistas catalanes, cuyo primer vencimiento han fijado estos en el referéndum de 2014, 300 años después de la rendición de Barcelona a las tropas borbónicas. Dice la prensa que el presidente Rajoy ha elegido «Victus» como lectura verano, con el objetivo también de entender mejor el que probablemente va a ser uno de los mayores retos de la legislatura.

En efecto, en esta legislatura de todos los peligros, Rajoy ha tenido que enfrentarse, en un contexto de crisis institucional y política, a la dura realidad de la crisis económica y a fuerzas contrarias, hiperactivas tras 20 años de socialismo: mareas blancas, verdes, medios de comunicación soliviantados. Luego vinieron las gigantescas presiones para el rescate. El presidente acertó resistiendo.Y pienso que lo hizo principalmente por pura voluntad de supervivencia del Estado y convicción de la razón de ser de España. Esta es mucho más fuerte entre los españoles de lo que los nacionalistas suponen.

«Victus» es una novela, no un tratado de Historia; las claves que podemos deducir son las que son. El autor bosqueja algunas diferencias de carácter de los catalanes con los castellanos para dar color. Destaca la notable circunstancia de que el defensor de Barcelona no era catalán, el general Villarroel, que actúa por principios de ética personal, como tantos otros, por ejemplo, los principales catalanes que, contrarios a la lucha contra Felipe V, se sumarán a los defensores. Casanovas y la élites catalanes salen mal paradas. Al final, la defensa de Barcelona recuerda a «Un día de cólera» de Pérez Reverte, pues es el pueblo quien, abandonado por sus dirigentes, sale a defender sus casas y sus vidas, más allá de las raíces del conflicto.

Una historia bien española.