¿Han vencido los talibanes a la Unión Europea?

Con este título, Javier Fernández Arribas me publica amablemente en Atalayar el artículo del hipervínculo, sobre las consecuencias que podría tener para la UE la retirada de Afganistán por la coalición internacional. Concluyo en él que: «Por nuestra seguridad y por un orden mundial basado en normas y valores, en el que se pueda oír la voz de Europa, han caído centenares de soldados de la UE en Afganistán. Corresponde ahora a los políticos y a la sociedad civil europea el coraje y la altura de miras para vencer la paz de los talibanes.»

https://atalayar.com/blog/%C2%BFhan-vencido-los-talibanes-la-uni%C3%B3n-europea

Guía de príncipes para las (grandes) coaliciones (REMIX)

mi maquiavelo¿Por qué no volver a la gran coalición? Así se repartiría la responsabilidad de gestionar los graves problemas que nos acucian: el separatismo catalanista, el terrorismo yihadista, el populismo, las consecuencias del BREXIT sobre la construcción europea, tal vez el fin del orden de la 2ª Guerra Mundial si gana Trump las presidenciales en EE.UU., los efectos de la crisis. Dos  o tres años de gobierno de corresponsabilidad, con el apoyo del 80% de los españoles. Dos o tres años para reformar la Constitución y capear el temporal. ¿Estamos o no a la altura de las circunstancias?

Origen: Guía de príncipes para las (grandes) coaliciones

Diada 2015, el principio de la «caduta» de Artur Más

isOXY0Z6RCTrato de imaginar cómo será la caída de Artur Mas desde que una dama, joven, de la buena sociedad barcelonesa, me confió: «se podrá decir lo que se quiera de Mas, pero ha demostrado que es un valiente». Nunca me había planteado así la visión de Mas, como la forja un héroe.

Sin embargo, atando cabos, desde el primer día que lo vi en televisión intuí algo diferente. En una época en que el nacionalismo había congelado la gran reivindicación, Mas confesaba abiertamente la vigencia del objetivo nacionalista. Entonces me pareció una provocación infantil, pero ahora resulta coherente con la trayectoria del personaje.

No es difícil imaginar al joven Arturo —con ese nombre fue inscrito en el registro civil—, escuchando arrobado la historia del primer rey de Inglaterra, frente a la espada que solo él podía arrancar de su prisión. Él, el fundador de un reino. Veo al joven Artur arrobarse entre las volutas del colacao mañanero, evocando episodios imposibles narrados por los historiadores chiflados del nacionalismo catalán. Imagino al adolescente comparar ante el espejo su mandíbula con la del Capitán Trueno. Probablemente, los biógrafos y psicólogos aportarán mejores argumentos sobre su personalidad, pero estoy seguro de que el perillán se reconocerá al leer esto.

En consecuencia creo que el inefable «procès» se debe fundamentalmente al proyecto personal de Más. Y de aquí, a la vista de lo que ha acontecido con los proyectos políticos personales desde la segunda guerra mundial, se sigue la «caduta» del personaje.

Contrariamente o lo que algunos piensan, Mas no busca una posición negociadora ventajosa. Arturo quiere solo sacar la espada. En cualquier caso, resultará muy difícil contener la oleada de irracionalidad dionisíaca que su proyecto han levantado entre los separatistas catalanes. Esto es otro elemento importante de las «cadutas» a que me refiero, por el carácter tumultuario en que pueden derivar.

Nadie quiere problemas a este lado de la Unión Europea y de la OTAN. El mundo está ya muy complicado. Problemas migratorios en el Mediterráneo, el fundamentalismo, una Rusia empobrecida y agresiva, la crisis y China que se desinfla. Un panorama muy movedizo para sobrevolarlo con la capa mágica de la estelada y organizar un incendio en la península ibérica.

No le dejarán, no podrá. No verá su estatua rodar por los suelos, porque no la tiene aún. Aunque nadie se lo pedirá, tendrá que irse sin gloria, autoexiliarse a Andorra, tal vez, a pasar el fin de semana, antes de que la nostalgia del estado inconcluso le devuelva a las calles de Barcelona, olvidado.

Y …Cataluña salvará a España

SCCLa prensa del nacionalismo catalanista, sector tremebundo, alertaba recientemente sobre la creación en Bruselas de una «importante estructura» de Societat Civil Catalana (SCC), financiada por las cloacas del Estado o similar. En efecto, me consta que SCC, el movimiento cívico contrario a la independencia de Cataluña, va a sumarse a los múltiples think tanks y organizaciones que desean amplificar su mensaje desde Bruselas. En cuanto a la original referencia a las cloacas, compruebo con desánimo que el manual de denigración del Estado español, después de 40 años, va necesitando una manita de pintura.

Por otra parte, me consta que quienes impulsan SCC Europa son en realidad un grupo de catalanes y personas de distinta procedencia española y europea,  que se reúnen en cafés después del trabajo, quitándole horas a la familia y al ocio, y pagan sus cervezas a escote. Por lo que se ve, las cloacas del Estado también andan tiesas.

En  esas reuniones he oído testimonio hermosos de una  Cataluña en la que no hace mucho todavía catalanes, andaluces, valencianos, extremeños trabajaba a una por la prosperidad de todos; de una tierra liberal y elegante, abierta a todo aquél  que estuviese dispuesto a trabajar duro. He oído también testimonios desgarradores, de soledad y abandono ante los desmanes de una tropa fandanga de políticos embaucadores, tuertos, lanzadores de chanclas e historiadores chiflados, dispuestos a ganar su particular paraíso al asalto.

Me parece muy oportuna la comparecencia de SCC en Europa. Debe darse a conocer la naturaleza xenófoba y populista del nacionalismo catalanista. La presión a que se  somete a los ciudadanos que no son nacionalistas a través de imposiciones lingüísticas. El desvío de recursos públicos para financiar una ridícula agenda internacional, cuando el gobierno regional vive a la griega, de las ayudas que recibe del Estado. El clima de irracionalidad dionisíaca al que los políticos nacionalistas están entregando a la sociedad catalana. Europa debe saber que en Cataluña quienes se presentan como víctimas de un Estado fascista sobre el que todavía se proyecta la sombra de Franco son, en realidad, los verdugos.

Frente a la retórica tremendista del nacionalismo, SCC aterriza en Europa con un mensaje nítido de unión entre los europeos, solidaridad y primacía del la ley y el derecho. Viene a recoger el Premio Ciudadano Europeo 2014, otorgado por el Parlamento Europeo. Y a irritar al sector tremebundo del nacionalismo catalanista.

Europeos contra el terrorismo

Manifestación de «Europeos contra el terrorismo»,  tras el asesinato del juez Luis Portero, ante el edificio Jean Monnet de la Comisión Europea.

Manifestación de «Europeos contra el terrorismo», tras el asesinato del juez Luis Portero, ante el edificio Jean Monnet de la Comisión Europea.

«En la actualidad, muchos ciudadanos del País Vasco sufren la limitación de sus libertades más elementales: no pueden decir lo que piensan o ejercer sus derechos sin asumir graves riesgos personales. La mayoría de estas personas no son nacionalistas y se han opuesto a las pretensiones de ETA.»

Así comenzaba el manifiesto de «Europeos contra el terrorismo» escrito en Luxemburgo en 2000, año el que todavía la banda asesinó a 23 personas. «Europeos contra el terrorismo» fue muy activo en la deslegitimación del terrorismo en las instituciones europeas. «Europeos» se concentraba silenciosamente, cuando había atentados de la ETA, ante la sede de la Comisión Europea en Luxemburgo. Su mayor éxito fue la conferencia de Jon Juaristi en el Parlamento Europeo, presentada por el presidente de la Comisión Europea, Jacques Santer, que reunió a cerca de 500 personas de todos los puntos de Europa.

Ahora que los asesinos salen de las cárceles, gracias a la generosidad de nuestro sistema político —tan difícil de explicar a veces—, conviene recordar que España los ha vencido. Que la victoria se debió a la movilización total de los ciudadanos. Conviene recordar que los españoles salieron en defensa de las libertades y los derechos más fundamentales. Conviene recodar, en fin, que el nacionalismo aún está ahí.

El 9N y el duque de Alba

¿Actuó apropiadamente el presidente del Gobierno frente a la desobediencia de los nacionalistas catalanes? No han faltado voces críticas que piden la adopción de medidas rigurosas. Tampoco, los clásicos movimientos de los aparatchiks de tercera, cuya única ocurrencia es segar la hierba debajo de quienes tiene la responsabilidad en estos difíciles momentos, propiciando un desunión tonta.

Para explicar mi posición, tengo que echar mano de una historia bien conocida en Portugal y menos en España. El joven rey de Portugal, don Sebastián, 19 años, sobrino de Felipe II, quiere organizar un expedición militar contra el sultán de Marruecos y necesita la ayuda del augusto tío. Cuando expone sus planes en el monasterio de Guadalupe, el duque de Alba se expresa en contra tildándolos de aventura suicida.

Don Sebastián, místico e hijo de su tiempo caballeresco, se gira despectivo hacia el temible militar y le espeta:

—Señor duque de Alba, dígame, ¿de qué color es el miedo?

Don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba de Tormes, sin perder la compostura, con voz queda que todos oyen, responde:

—Del color de la prudencia, mi señor.

Felipe II aceptó finalmente el plan descabellado e hizo acompañar a don Sebastián de la flor y nata de la nobleza española, para protegerlo. El ejército de don Sebastián desapareció completamente en Alcazarquivir. Recomiendo la descripción que de la batalla hace mi querida amiga Magdalena Guilló en «Un sambenito para el señor Santiago». Por cierto, Arias Montano también trató de disuadir al rey portugués.

Don Sebastián es hoy la leyenda de un mesías que habrá de regresar para devolver a Portugal la gloria de antaño. Años después de su desaparición, el duque de Alba conquistaría Portugal para su rey tras una breve campaña.

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Keep calm and play democrático (and uncorrupted)

Ukeep-calm-and-play-democratico-1na encuesta, de esas que se hacen en la cafetería de la redacción, ha puesto de los nervios a los dos grandes partidos políticos y en particular al Partido Popular. Que bastante tenía ya con comerse los marrones sucesivos de la crisis, el rescate, la corrupción primera entrega, los territorios levantiscos y, en general, de todas las calamidades derivadas del fin del ciclo de la Constitución de 1978.

Que no cunda el pánico, que nos arriesgamos a zamparnos ocho años más de zapaterato hípster, a manos de un front pop (¡En Europa los populistas han salido de extrema derecha!). Que no cunda el pánico y curémonos de espantos.

Nuestra historia —es la Transición, estúpidos— tiene la solución: harakiri (o seppuku según se mire) y democracia. «Nadie es imprescindible en democracia», es una de mis frases favoritas. ¿Democracia?, claro. Basta de lamentaciones, súplicas de perdón y promesas de cambios legislativos. ¡Los senadores de la Restauración ya hacían la declaración de bienes! Lo que hace falta es acabar con la arrogancia y la impunidad, haciendo que los políticos respondan verdaderamente ante los ciudadanos y su destino dependa de estos y no de la estrategia de las cúpulas de los partidos.

¿A qué esperamos?

Una narrativa para Europa; un relato para la democracia española

españa europaDurante cerca de 40 años la democracia española se ha construido sobre las ideas de la transición de un régimen autoritario a otro democrático, así como de la equiparación política y económica con Europa. Tal ha sido el «relato» con que los españoles hemos justificado mayoritariamente el sistema de la Constitución de 1978, hasta que empezó este a cuartearse por la corrupción, la esclerosis de los partidos políticos y la crisis. Otro discurso agotado es, precisamente, el de la Unión Europea. En este caso, la «narrativa» fundacional (utilizo el anglicismo para variar) propugnaba el fin de las guerras en el continente y el bienestar de sus pueblos. Las recientes elecciones europeas han supuesto el punto de inflexión de este «relato» y también de la «narrativa» de Europa.

Mientras que, a ambos lados de la muga, políticos y comentaristas ofrecen imaginativas soluciones a la crisis de España y de su modelo, desde la «reforma profunda» a la «profunda reforma», impresiona el nuevo discurso de la extrema izquierda en España. Se trata de un relato simplista y demagógico, pero fácil de contar: «La Transición ha sido un enjuague de la casta dominante para perpetuarse, por lo que España no puede considerarse una democracia, como demuestra la crisis, que ha de pagar el pueblo pese a haberse engendrado fundamentalmente por la corrupción de dicha casta». En la intimidad, claro, todo el mundo utiliza ya el término «casta» para referirse al problema de la partitocracia.

En el caso de la Unión Europea, para frenar el desinterés de los ciudadanos por la construcción europea, la Comisión requirió a intelectuales y políticos que reflexionasen sobre una nueva «narrativa» europea. Ha sido esta una iniciativa funcionarial clásica, top-down, de la élites para abajo, que ha pasado completamente desapercibida.

Más atención merece la batalla que el Parlamento Europeo libra desde hace años contra las Estados miembros, que se jactan de ser los únicos depositarios de la legitimidad democrática, para implantar un democracia parlamentaria de ámbito europeo. Las competencias ganadas en el Tratado de Lisboa y el nombramiento de Juncker, el cabeza de lista del partido vencedor en las elecciones, como presidente de la Comisión, son  signos de que un cierto federalismo europeo vuelve al orden del día. Esto lo ha visto muy bien David Cameron, cuya oposición al nombramiento de Juncker no es ni mucho menos incoherente con la postura tradicional británica.

La aspiración de una democracia de ámbito europeo tiene potencial para alumbrar una nueva narrativa de Europa, que entusiasme a los ciudadanos y de respuesta a los populismos rampantes. En cualquier caso, serán los ciudadanos quienes impongan la nueva narrativa europea y no una élite a sueldo.

¿Y en España? El Gobierno del PP ha afrontado con acierto y coraje la crisis económica, imponiendo medidas duras que, pese a todo, muchos ciudadanos han comprendido. Sin embargo, sufre un desgaste electoral enorme, que se suele achacar erróneamente a fallos de comunicación. No se trata solo de errores de comunicación. Falta precisamente un relato que explique a los ciudadanos que su sacrificio tendrá como premio una renovación del sistema político, que lo haga respirable y lo convierta en un mecanismo de generar oportunidades. Solo con una reforma sincera del sistema político habrá futuro para la democracia que echó andar en el 78.  A falta de ella, solo el populismo y la nada.

Bajo la bandera de las doce estrellas

ucrania«En el momento en que tantos ciudadanos de la UE han dejado de creer en las ventajas de la Unión, en Kiev, por primera vez en la Historia, han muerto hombres y mujeres enarbolando la bandera europea.» Es lo que dice hoy, 24 de febrero de 2014, la directora de «Le Soir», Béatrice Delvaux. La Unión Europea no ha abandonado a Ucrania. La semana pasada, Catherine Aston, la Alta Representante de la Unión Europea, reunió de urgencia a los ministros de exteriores y envió a Kiev al polaco Radoslaw Sikorsky, la estrella emergente de la diplomacia europea, para muñir un acuerdo que ha parado el baño de sangre, esperemos que definitivamente.

La Comunidad Económica Europea, la CECA, EURATOM nacieron para sellar un pacto de paz entre las naciones europeas después de guerras devastadoras. La Comunidad Europea dio apoyo económico para estabilizar a las nacientes democracias del sur. Más tarde, la Unión Europea se ha abierto a las nuevas democracias del Este, liberadas del yugo soviético. El acuerdo de asociación con Ucrania, que está en el origen de la crisis, es la puerta de entrada de este país a la UE.

Paz, solidaridad, prosperidad y democracia son las claves de la «narrativa» de la Unión Europea. Son las armas de ese soft power, esa «potencia blanda», que es la Unión Europea, que no necesita de ejércitos para extender sus fronteras. Por cierto, algunos quieren reescribir la «narrativa» de la UE porque los ciudadanos se alejan de un proyecto que les resulta lejano y no entienden. De nuevo, quieren  hacerlo de arriba a abajo. Es un  error. Dejemos que los ciudadanos escriban la nueva narrativa de Europa.

Pero recordémosles que la paz, la solidaridad, la prosperidad y la democracia son todavía  objetivos inalcanzables para muchos países del mundo y nosotros las damos por descontado. Cuando algunos quieren aprovechar el desencanto causado por la crisis para cuestionar la esencia misma de la Unión Europea, Ucrania nos dice que vale la pena morir por esos objetivos.

Un mensaje trágico, aunque oportuno, sobre la importancia crucial de las próximas elecciones europeas.