Un emigrante español

Celebramos este domingo en Bruselas una edición de #juntos salimos, dedicada a los españoles que vivimos en el exterior, gracias al apoyo de Esteban González Pons, Alfredo Prada y Susana Camarero. No son frecuentes las ocasiones en que los políticos, normalmente reconcentrados en los problemas internos, se interesan por los emigrantes, pese a vivir cerca de dos millones de compatriotas repartidos por todo el mundo. La cuarta provincia de España, una cuestión de visión.

Hay muchos temas que tratar. La igualdad de derechos de los de fuera con los de dentro, las sempiternas complejidades administrativas, si la emigración es una oportunidad o un exilio, si la emigración de los jóvenes, esa sangría humana, esa fuga de cerebros, es fruto de la crisis o, en realidad, un fenómeno mundial y, en el caso español, con una temporalidad acusada.

Yo quiero destacar algo que he comprobado con muchos emigrantes de los de siempre. Que los españoles, a diferencia de los de otras naciones, siguen considerándose, incluso en las terceras generaciones (los nietos de los primeros que emigraron) españoles antes que nada. Por eso les duele España más que a los otros, su indiferencia, la complejidad sino la hostilidad de sus trámites administrativos, carecer de instancias políticas para defender su derechos adecuadamente.

Son, somos, cerca de dos millones de españoles. No dejemos a un sólo compatriota detrás. Puedes seguir #junto salimos por internet, en directo, a partir de las 10:30, el domingo 2 de junio de 2013, pinchando aquí http://82.98.144.185/tv/pp/directo.html

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Un líder para la crisis

From left to right. British Prime Minister Cle...

El «Premier» Clement Attlee, en una foto menos conocida, con Truman y Stalin. Conferencia de Potsdam,1945. (Photo credit: Wikipedia)

Winston Churchill, el escritor, el político, el soldado, el gigante, perdió las elecciones poco después de haber dado la victoria al pueblo británico en la Segunda Guerra Mundial. Le sucedió, como es sabido, el laborista Clement Attlee, que instauró el régimen del bienestar en el Reino Unido, concedió la independencia a la India y abandonó Palestina. Ambos están considerados como dos de los mejores políticos británicos modernos.

Se ha tratado en España durante la pasada semana de quién debe ejercer y cómo el liderazgo para sacar al país de la crisis. Lo que sucedió con Churchill significa, a mi juicio, que cada época requiere un tipo distinto de liderazgo. A veces es necesario galvanizar al país, insuflarle brío, recobrar prestigio. Otras es necesario el perfil bajo, la discreción, la piedad probablemente.

Un líder español que, en un arrebato visionario propusiese gastar de nuevo 15 mil millones de euros en un plan keynesiano abocaría al país a la bancarrota; si otro líder, igualmente arrebatado, actuara imprudentemente, por ejemplo, en Cataluña podría provocar un incendio. En España las condiciones actuales requieren un liderazgo basado en la prudencia, el espíritu reformista y la ley como línea infranqueable. Creo que es lo que hay y que esto, además, tiene el apoyo de mucha gente.

Por otra parte, como sostuve en «En defensa de los eurócratas», los países de la Unión Europea han delegado muchas competencias a «Bruselas», tal vez para protegerse de las genialidades de sus propios políticos. Esta circunstancia resta brillo a los líderes nacionales, que se difuminan en los premiosos Consejos Europeos, y podría asimismo explicar el fenómeno de la ausencia de líderes en la Europa actual. Que no quiere decir que sea una cosa mala. En calquier caso, el ámbito propicio para engendrar un liderazgo de dimensiones churchilianas no son ya los Estados, sino la propia Europa. ¿Se imaginan a un español líder carismático de la Unión Europea?

Defensa de los eurócratas

Eurócrata es palabra en la que cabe de todo, desde los hombres de negro, al simpático metepatas que es el presidente del Eurogrupo, pasado por toda laya de políticos de ámbito bruselense.  Eurócrata es además palabra que se presta bien a los juegos lingüísticos denigratorios: así hemos escuchado «eurocrottes» a los lobistas del chocolate o, más recientemente, «eurogrillos», por la cacofonía de propuestas dispares si no contradictorias que emana del coro de la «rue de la Loi». Es divertido darle caña a los eurócratas y, además, útil, pues Bruselas es el chivo expiatorio con que algunos políticos nacionales cubren sus vergüenzas. Ya saben: sostiene Bruselas…

Bien visto, la realidad es que los eurócratas son los políticos nacionales. Ellos son quienes ejercen el verdadero poder de Bruselas. El que han transferido ellos mismos voluntariamente desde las capitales nacionales con el loable fin de  evitar la autodestrucción de sus países, como dice un buen amigo mío venga esta por violenta guerra nacionalista o, más modernamente, por hábil Plan E II, imagínense, para relanzar el crecimiento.

Por tanto, mi defensa no será para estos eurócratas, si no para la administración pública europea, para los funcionarios europeos. Los funcionarios no son un mal necesario, sino un logro de las sociedades avanzadas: la diferencia entre una república bananera y un país moderno estriba en la existencia de una función pública eficaz e independiente. En la Unión Europea, además, la administración pública europea protege la igualdad de los Estados Miembros y la búsqueda del interés común europeo, frente al pilar intergubernamental donde hacen y deshacen quienes dan el crédito o son más poderosos.

Por esta razón, es muy preocupante que algunos políticos nacionales se hayan lanzado contra los funcionarios europeos. En ciertos casos, tiene lógica, pues se trata de seguir ejerciendo un poder unilateral, sin una administración pública europea moderadora, o de detener simplemente el avance de la Unión Europea. En otros, no se comprende, porque la última posición para la defensa de sus intereses legítimos son los funcionarios europeos, o como dice ahora todo el mundo: «más Europa».

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Bruselas es España

Como el 9 de mayo es el día de Europa, voy a tratar de explicar porqué Bruselas, la capital de Europa, es también España, aunque parezca paradójico.  En efecto, Bruselas aparece como el ogro ese que va dando voces: «Mariano, suba los impuestos, recorte y me cruja a este y a este otro». Así traducen la legión de hermeneutas de la actualidad dos preguntas: ¿cuál va a ser su déficit y qué reformas está haciendo para reducirlo y crear empleo?

España acaba de presentar a «Bruselas» el Programa de Estabilidad y el Programa Nacional de Reformas con la respuesta a aquellas dos preguntas del ogro. Que las lleva formulando por cierto desde 1998 y 2005, respectivamente, a todos los miembros de la eurozona y no sólo a España porque nos tenga ojeriza.

Es decir, España cedió esta parte de su soberanía a «Bruselas», como había hecho ya antes con la política agrícola o la política aduanera, por propia voluntad, lo cual no quieren decir que hayan dejado de ser suyas. Lo que pasa es que están en un nivel de administración nuevo: el europeo, que culmina los niveles local, regional y nacional. Y en este nivel se juega un partido contra 400 millones de tíos dispuestos a defender con uñas y dientes sus intereses legítimos. A veces, da la sensación de que no queremos jugar ese partido.

Por ejemplo, no habrá este año ni un solo orador español en la European Business Summit, un acontecimiento anual que se celebra en Bruselas, en el que intervienen centenares de políticos de la UE, altos funcionarios, empresarios, think tanks, lobbies, etc. y se fraguan las ideas que harán avanzar Europa en una dirección u otra.

El Partido Popular de España en Bélgica abordó esta cuestión en una enmienda a la ponencia «Comprometidos con Europa», que se aprobó en el XVII Congreso Nacional del PP, celebrado en 2012: «España ha desertado de Europa. El primer paso para volver a Europa e influir es disponer de gente adecuada en los sitios clave. Para instalarse con resolución en Bruselas es preciso utilizar en igual medida, como se ha dicho, «el capital humano y la voluntad política».» En esta línea se expresó, Antonio López-Istúriz, secretario general del PPE, líder consolidado del PP para Europa en unas recientes declaraciones a RTVE.

No olvidemos, pues, Bruselas es España y dar la batalla en Bruselas, es darla por España.